En algunos casos, la dermatitis atópica es severa y puede conducir a lesiones graves de la piel, infecciones y una baja calidad de vida.
El eczema es una enfermedad de la piel que padecen hasta el 20% de los niños y el 10% de los adultos. A pesar de estar tan difundida en la población, aún no hay un tratamiento eficaz para los casos más graves de eczema o dermatitis atópica.
De ahí que se estén investigando nuevos fármacos y anticuerpos monoclonales destinados a frenar las reacciones inmunológicas y la inflamación que están detrás de las lesiones rojizas y las descamaciones de la piel, del prurito y la picazón característicos de esta patología.
La piel seca, el prurito (picazón), la erupción rojiza, las costras amarillentas y la inflamación de la piel son los síntomas principales de esta enfermedad crónica, que muchas veces se presenta junto con rinitis, alergias alimentarias, asma y otras comorbilidades.
Las lesiones y el prurito suelen presentarse en zonas inusuales, como en las articulaciones flexoras de los miembros, la planta de los pies o en la palma de la mano. El rascado constante puede dar lugar a lesiones en “carne viva”.
El 40% de los pacientes con dermatitis atópica en Estados Unidos presentan formas graves de la enfermedad. En Chile, 3 de cada 10 habitantes padecen esta patología crónica e inflamatoria de la piel. En México, el 3% de la población adulta padece esta enfermedad, y el 17% en su forma más grave.
En general, la enfermedad comienza antes de los 5 años -es muy común en bebés- y puede continuar hasta la adolescencia y la adultez. Algunas personas presentan brotes y períodos de remisión. Muchas no pueden dormir bien por la picazón constante.
Los factores detrás del eczema
La dermatitis atópica tiene múltiples causas: alteraciones genéticas hereditarias (en especial, se presenta una mutación en el gen de la filaggrina, ubicado en el cromosoma 1); trastornos en la función de barrera de las células de la piel, que la reseca por falta de humedad; exceso de ciertas moléculas defensivas (citoquinas e interleuquinas); cambios en la microbiota (las bacterias que residen en la superficie de la piel) y, también, contaminantes ambientales que funcionan como alergenos capaces de disparar reacciones alérgicas (ciertos químicos y el humo del cigarrillo, principalmente).
Todos estos factores pueden destruir la barrera protectora de la piel, que pierde la hidratación habitual, y facilita la penetración de virus y bacterias al interior del organismo.
Las personas con dermatitis atópica pueden ser más sensibles debido a que su piel carece de proteínas específicas que mantienen la barrera protectora. Por su parte, la proliferación de la bacteria Staphylococcus aureus en la superficie de la piel puede generar infecciones constantes y conducir a la desaparición de otras bacterias, que tienen funciones protectoras de la piel.
Dermatitis atópica: cómo son los casos graves
Los casos graves más tempranos, en los que se pierde la función de barrera de la piel, se asocian con alergia a ciertas comidas. La alergia al maní es especialmente frecuente entre los pacientes infantiles con eczema.
Entre los adultos con dermatitis atópica, también se observan mayores niveles de ansiedad y depresión, un alto Índice de Masa Corporal (IMC), problemas cardiovasculares, desórdenes metabólicos, infecciones y enfermedades autoinmunes. Los pacientes con eczema experimentan, también, una mortalidad más elevada que el resto de la población.
El tratamiento hoy se basa en medicamentos antihistamínicos, inmunomoduladores, emolientes y corticoesteroides tópicos, pero en los pacientes más graves estos fármacos no eliminan el problema y la enfermedad puede agravarse con el tiempo. Por eso se experimenta actualmente con drogas innovadoras y fármacos biológicos que apuntan al mecanismo inmunológico y los anticuerpos (especialmente, la inmunoglobulina E) que alimentan la enfermedad desde adentro del cuerpo.
La dermatitis atópica aún no puede ser curada, apuntan los especialistas, pero puede tratarse y no es contagiosa.
Referencias bibliográficas:
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