La inflamación y la aterosclerosis afectan a los vasos sanguíneos en forma silenciosa y aumentan el riesgo de infarto cardíaco o cerebral.
A diferencia de las enfermedades cardiovasculares, la enfermedad renal crónica pasa inadvertida en sus primeras fases. Si bien se estima que, en México, el 12% de la población padece esta dolencia en forma crónica y 45.000 mexicanos enferman cada año, el diagnóstico se hace tardíamente porque los síntomas renales se mantienen ocultos durante años. Sólo cuando un paciente manifiesta un problema cardíaco, muchas veces se descubre que el riñón funciona mal.
Pero lo cierto es que el corazón y el riñón comparten una relación estrecha a través de las arterias, las venas y la sangre. Mientras el corazón bombea la sangre al cuerpo, los riñones la filtran de impurezas. Todo lo que le ocurre a los vasos sanguíneos afecta a ambos órganos, aunque usualmente sólo se le preste atención a las arterias coronarias.
De hecho, ambos órganos –riñón y corazón- comparten factores que aumentan el riesgo de enfermar y morir, como la hipertensión, la diabetes, el colesterol elevado, el sedentarismo y la obesidad .
Se estima que la mitad de los enfermos renales crónicos tienen diabetes y el 75% sufren de presión arterial alta. Estas condiciones aumentan el riesgo cardiovascular.
Pero, además, el riñón tiene sus propios factores de riesgo:
-inflamación
-uremia: concentración de desechos en la sangre
-anemia: disminución de glóbulos rojos
-calcificación de las arterias y válvulas cardíacas
-estrés oxidativo: generación de moléculas dañinas en las células, como los radicales libres.
Aterosclerosis e inflamación residuales
Aunque el llamado “colesterol malo” (lipoproteínas de baja densidad o LDL) puede estar aumentado en los pacientes con enfermedad renal crónica, a veces es el “colesterol bueno” (HDL) el que está anormalmente elevado en estos pacientes. Independientemente del colesterol, los vasos sanguíneos de los enfermos renales se tornan rígidos, se van tapando, o su luz se estrecha por causa de la aterosclerosis. Esta enfermedad de los vasos sanguíneos suele causar infartos de corazón o del cerebro.
Otro problema que afecta tanto al corazón como al riñón es la inflamación generalizada, que dispara reacciones defensivas del organismo que, muchas veces, se vuelven en contra del mismo paciente. En especial, la liberación de citoquinas como reacción a una inflamación puede aumentar la generación de placas ateroscleróticas en los vasos sanguíneos.
Si bien existen tratamientos para bajar el colesterol (estatinas, principalmente), muchas veces no funcionan en las personas que padecen una enfermedad renal crónica. Progresivamente, la aterosclerosis aumenta y, con ella, el riesgo de tener un stroke, una insuficiencia cardíaca, un infarto o una muerte súbita.
Algo similar puede decirse de la inflamación. Aunque se la trate con fármacos, suele quedar un residuo permanente de inflamación que genera la liberación de moléculas (citoquinas, interleuquinas) que dañan las arterias y dificultan progresivamente el filtrado de la sangre en los glomérulos renales (la red de capilares o vasos sanguíneos pequeños que conforman la unidad de filtrado del riñón).
Inflamación y Proteína C reactiva
La inflamación puede monitorearse a través de los valores de proteína C reactiva (CRP o PCR) en la sangre. Niveles elevados de esta proteína (más de 10 mg/dl) indican inflamación generalizada y se asocian con distintas enfermedades vasculares, incluidas la renal y la cardíaca, además de un mayor riesgo de muerte. Pero es preciso enfatizar que el peligro de sufrir un infarto aumenta a partir de los 2 mg/l de proteína C reactiva en sangre.
Entre el 30 y el 50% de los pacientes no dializados, en hemodiálisis (HD) y en diálisis peritoneal (DP) tienen alta concentración en la sangre de PCR. Por otra parte, la mitad de los pacientes que ya han tenido un infarto de miocardio, muestran niveles elevados de proteína C reactiva (más de 2 mg/l), lo que indica que tienen una inflamación residual que aumenta su riesgo de padecer un nuevo evento cardiovascular (infarto de miocardio, accidente cerebrovascular o stroke).
La inflamación y la aterosclerosis son enemigos ocultos no sólo para el corazón sino también para el riñón. Los expertos subrayan que los pacientes con enfermedad renal crónica sufren de un estado de inflamación crónica que los puede llevar a complicaciones cardiovasculares, así como a una malnutrición progresiva y a la muerte. Por eso deben chequear regularmente el estado de sus riñones y el de su corazón.
Bibliografía:
Everett B, et al. Residual Inflammatory Risk. J Am Coll Cardiol. 2019 May, 73 (19) 2410–2412.https://doi.org/10.1016/j.jacc.2019.02.056
Tamayo, J. y Lastiri Quirós, O. La enfermedad renal crónica en México. 2016. https://www.insp.mx/avisos/5296-enfermedad-renal-cronica-mexico.html#sup2
Ridker PM. How Common Is Residual Inflammatory Risk? Circ Res. 2017 Feb 17;120(4):617-619. doi: 10.1161/CIRCRESAHA.116.310527. Suliman ME, Stenvinkel P. Contribution of inflammation to vascular disease in chronic kidney disease patients. Saudi JKidney Dis Transpl. 2008;19(3):329-45.