La ansiedad puede afectar tus hábitos alimenticios, tu metabolismo y tu autoestima, y está directamente relacionada con la obesidad. Descubrí cómo identificar las señales y aplicar estrategias efectivas para romper este ciclo.
La ansiedad es una respuesta natural del cuerpo ante situaciones percibidas como peligrosas o desafiantes. Es tan normal que, según la Organización Mundial de la Salud, es el problema de salud mental más frecuente, afectando a más de 6,7% de la población mundial. Esto significa que 264.000 millones de personas la sufren a diario.
Este artículo es para que puedas entender cómo funciona la ansiedad en la salud mental y por qué puede estar muy relacionada con la obesidad.
Se sabe que cuando la ansiedad se vuelve constante o desproporcionada, puede afectar la calidad de vida de quien la sufre o de sus pares. En el cuerpo, la ansiedad puede manifestarse de varias maneras:
● Palpitaciones: Sensación de que el corazón late rápido o fuerte.
● Tensión muscular: Rigidez o dolor en los músculos, especialmente en cuello y hombros.
● Dificultad para respirar: Sensación de opresión en el pecho o falta de aire. ● Problemas digestivos: Malestar estomacal, náuseas o diarrea.
● Fatiga: Sensación de cansancio extremo, incluso sin realizar actividades físicas intensas.
Reconocer estos síntomas puede ayudarte a identificar cómo la ansiedad está afectando tu cuerpo y buscar formas de manejarla.
¿Por qué la ansiedad y la obesidad están conectadas?
La obesidad y la ansiedad son dos condiciones que a menudo se presentan juntas. Esto no es coincidencia, sino que ocurre por varias razones:
● Impacto emocional del peso: Las personas con obesidad suelen enfrentar discriminación o estigma social, lo que aumenta su nivel de estrés y ansiedad. ● Relación con la comida: Muchas personas recurren a la comida como una forma de lidiar con sus emociones, lo que puede llevar a una relación complicada entre ansiedad y alimentación.
● Cambios hormonales: La obesidad afecta las hormonas relacionadas con el estrés, como el cortisol. Esto puede agravar la ansiedad y perpetuar un círculo vicioso.
¿Cómo afecta la ansiedad a los hábitos alimenticios?
La ansiedad puede influir en los hábitos alimenticios de distintas formas. Estas son las más comunes:
Comer por emociones
Cuando estamos ansiosos, el cuerpo busca consuelo rápido, y esto a menudo se traduce en el consumo de alimentos ricos en azúcares y grasas. Este tipo de alimentos activa los centros de placer del cerebro, brindando un alivio temporal.
Pérdida de control
La ansiedad puede llevar a episodios de atracones, donde una persona come grandes cantidades de comida en poco tiempo y siente que no puede parar. Esto no solo afecta el peso, sino también la autoestima.
Cambios en el metabolismo
El estrés y la ansiedad prolongados también pueden alterar el metabolismo, haciendo que el cuerpo almacene más grasa, especialmente en el área abdominal.
¿Cómo la obesidad puede aumentar la ansiedad?
La obesidad no solo es un factor que puede surgir de la ansiedad, sino que también puede alimentarla. En este sentido, se puede convertir en un círculo vicioso del que no es fácil salir, pero tampoco imposible.
Entonces, la obesidad, generada muchas veces por la ansiedad, puede derivar en:
● Problemas de salud: Las complicaciones como diabetes o hipertensión pueden generar preocupación constante.
● Autoimagen y autoestima: La forma en que una persona se percibe a sí misma puede afectar su confianza y provocar ansiedad en situaciones sociales.
● Impacto en la movilidad: Las limitaciones físicas pueden generar frustración y sensación de aislamiento.
Estrategias para manejar la relación entre ansiedad y obesidad
Las personas que sufren de ansiedad y obesidad pueden experimentar momentos de incertidumbre. Sin embargo, hay algunas estrategias que pueden ayudarte a enfrentar la ansiedad y manejar mejor los síntomas asociados a la obesidad:
1. Busca apoyo profesional
Es esencial contar con el asesoramiento de profesionales de la salud que puedan guiarte en el proceso. Ellos tendrán en cuenta tanto tu salud física como tu bienestar emocional. Consultar con especialistas puede ayudarte a tomar decisiones informadas sobre tu bienestar.
2. Controla el estrés
Practicar técnicas de relajación, como la respiración profunda o la meditación, puede ayudarte a reducir la ansiedad. Encontrar una tarea que ayude a manejar el estrés es indispensable para no sentir ansiedad.
3. Mantén un diario
Registrar tus emociones, lo que comes y cómo te sientes durante los diferentes momentos del día puede ser una herramienta útil para identificar patrones entre la ansiedad y tus hábitos alimenticios.
4. Busca apoyo
Hablar con otras personas que están pasando por un momento similar o con un profesional de la salud mental puede aliviar el peso emocional. Sentir que uno no está solo es fundamental en este camino.

Cambios en el estilo de vida para mejorar la calidad de vida
Trabajar en el día a día y modificar patrones de raíz es clave para mejorar la calidad de vida. Por eso, los siguientes aspectos son fundamentales a la hora de hablar de obesidad:
Alimentación equilibrada
Opta por comidas ricas en nutrientes que te den energía y mejoren tu estado de ánimo. Los alimentos ricos en ácidos grasos omega-3, como los pescados grasos, el atún o las semillas y frutos secos, pueden ayudar a reducir los niveles de ansiedad.
Actividad física
El ejercicio regular no solo es clave para la pérdida de peso, sino que también libera endorfinas, las hormonas de la felicidad. Encontrar una actividad física que se pueda disfrutar sin dudas marcará la diferencia.

Sueño reparador
Dormir bien es fundamental. La falta de sueño puede empeorar tanto la ansiedad como la obesidad. Tener horarios fijos para ir a dormir y usar la cama sólo para dormir es fundamental en el tratamiento tanto de la ansiedad como de la obesidad.
Otros recursos disponibles
● Habla con tu médico sobre cualquier duda o preocupación.
● Busca grupos de apoyo que te ayuden a sentirte acompañado. ● Considera la terapia psicológica para aprender herramientas específicas que te ayuden a manejar la ansiedad.
Fuentes
● Asociación Americana de Psiquiatría (APA)
● Organización Mundial de la Salud (OMS)