La obesidad es uno de los factores principales que conduce a enfermedades cardiovasculares, e incluso a una muerte prematura. Descubre cómo contrarrestarla.
Según reconocieron los científicos, la obesidad es un factor que puede actuar como provocación de un evento cardiovascular. Si el sobrepeso no disminuye tras haber padecido un infarto o un accidente cardiovascular (ACV), el paciente puede sufrir otras enfermedades cardiovasculares, desde nuevos infartos e insuficiencia cardíaca, hasta el taponamiento de arterias del corazón o de las piernas, además de diabetes tipo II.
La obesidad, que afecta a alrededor del 40% de la población mundial, aumenta significativamente también el riesgo de muerte prematura. Por eso, disminuir el sobrepeso es uno de los objetivos actuales de la prevención secundaria de los trastornos cardiovasculares, es decir, de la prevención de enfermedades cardíacas después de haber tenido un infarto o cualquier otro tipo de afección del corazón.
Cuáles son los riesgos de la obesidad
Según la Organización Mundial de la Salud, la obesidad se triplicó en el mundo desde 1975 y el sobrepeso hoy afecta a más de 2.000 millones de personas en el globo.
En México, según las últimas cifras oficiales, el 36% de los adultos padece obesidad y más las mujeres que los hombres. Mientras que en Colombia, la mitad de la población adulta padece de sobrepeso u obesidad y tanto uno como otra continúan aumentando. Por su parte, el aumento de las enfermedades cardiovasculares tras la pandemia de COVID preocupa a las autoridades sanitarias colombianas.
La obesidad se diagnostica hoy según el Índice de Masa Corporal (el IMC es un número que se obtiene dividiendo el peso de una persona en kilogramos por el cuadrado de la estatura en metros).
Aunque no mide directamente la grasa del cuerpo, el IMC es una medida que se correlaciona bien con los trastornos metabólicos y cardíacos de una persona. Un IMC de 25 a 30 kg/m2 se considera “sobrepeso”, mientras que un IMC que supera los 30 kg/m2 se clasifica como “obesidad”.
Se estima que, en 2015, se produjeron 4 millones de muertes en el mundo asociadas a un alto IMC. Dos tercios de estas muertes fueron por causa cardiovascular.
Pero aún sin tener un IMC anormal, las personas que tienen una gran acumulación de grasa abdominal tienen más riesgo de tener eventos o enfermedades cardiovasculares, y morir debido a ello. La obesidad, en cualquiera de sus formas, es el asesino silencioso del corazón.
El peligro de la obesidad en las enfermedades cardiovasculares
Si bien la obesidad se diagnostica por el simple exceso de peso, es una enfermedad compleja que incluye un estado de inflamación permanente y un desequilibrio de las hormonas intestinales que regulan el apetito.
Todo esto se produce en un contexto socioeconómico marcado por una alta ingesta de alimentos industrializados y un exceso de carbohidratos en la dieta occidental, además de un generalizado sedentarismo.
La obesidad afecta al corazón en forma directa, causando que la grasa se acumule en los vasos sanguíneos (aterosclerosis) del corazón y el cerebro, taponándolos y produciendo infartos.
Pero la obesidad también lo afecta por vía indirecta, generando resistencia a la insulina, diabetes, hipertensión, dislipidemia (alteración del colesterol) y trombosis (coágulos que tapan los vasos sanguíneos). Todos estos factores, a su vez, aumentan el riesgo de infartos a nivel cardíaco y cerebral.
El problema actual es que más del 80% de las personas que ya tienen una enfermedad de las arterias coronarias que llevan sangre al corazón, no consiguen llegar a su peso deseado. De ahí que, además de proponer cambios en el estilo de vida, se investiguen nuevos fármacos capaces de disminuir el sobrepeso y, así, bajar los riesgos cardíacos, los riesgos cerebrales y, en última instancia, evitar la muerte.
Los fármacos GLP-1 como arma múltiple
Los fármacos de la clase de agonistas del receptor GLP-1 (péptido similar al glucagon) son la nueva estrella del firmamento de la obesidad. Estos medicamentos, que actúan como una hormona intestinal y al principio se usaban para la diabetes, no sólo disminuyen el apetito y el peso corporal sino que también podrían prevenir enfermedades cardiovasculares, según recientes investigaciones.
Uno de estos medicamentos, la semaglutida, que se ha convertido en la nueva esperanza para los pacientes con sobrepeso, y que ahora se estudia como tratamiento en pacientes con antecedentes cardiovasculares para prevenir su recaída.
Los ensayos clínicos con semaglutida sola o combinada con otras drogas son fundamentales para contar con armas innovadoras contra las patologías más extendidas de este tiempo: la obesidad y las enfermedades cardiovasculares.
México: más información aquí Colombia: más información aquíReferencias bibliográficas:
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