Los bajos niveles de vitamina D se asocian con el riesgo de sufrir esclerosis múltiple. Pero ingerir grandes cantidades de esta vitamina podría resultar perjudicial para los pacientes.
Los primeros indicios de la relación entre la vitamina D y la esclerosis múltiple no llegaron de la mano de la medicina sino de la geografía. Algunos científicos notaron en el siglo XX que la mayoría de las personas con esclerosis múltiple vivían allí donde el sol se hacía desear más, lejos del ecuador terrestre y cerca de los polos. La clave para explicar este patrón geográfico parece residir en la vitamina D, que depende de la luz solar para sintetizarse.
La vitamina D es indispensable para que el organismo regule el calcio de los huesos, active procesos cerebrales, secrete insulina, mantenga una adecuada presión arterial y se defienda de agentes patógenos. La vitamina D también modula las respuestas inmunológicas del organismo.
En los seres humanos, el 90% de la vitamina D se obtiene a partir de la luz del sol y el 10% se adquiere mediante la alimentación. Bastan 10 a 20 minutos de exposición al sol para que el organismo fabrique el equivalente a 10.000 unidades internacionales (IU) de vitamina D. En cambio, una porción de salmón sólo aporta 400 IU.
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Para sintetizar vitamina D, es preciso que la luz del sol (la radiación ultravioleta de tipo B) interactúe con moléculas de colesterol de la piel (luego, el hígado y el riñón terminarán el proceso de activación de la vitamina D para que sea utilizada en distintas funciones del organismo). De ahí que las personas que viven en regiones que reciben poca luz solar suelan padecer una disminución de la concentración de vitamina D en la sangre. Este déficit de vitamina D se ha asociado en diversos estudios con una mayor probabilidad de padecer enfermedades crónicas inflamatorias, como la esclerosis múltiple.
Si bien quedan pocas dudas hoy sobre el vínculo entre la vitamina D y la esclerosis múltiple, existen todavía muchas preguntas sobe la causalidad de la relación. ¿Es la falta de la vitamina D lo que provoca la esclerosis múltiple o los pacientes sufren un déficit de vitamina D como consecuencia de la enfermedad autoinmune? ¿Es la insuficiencia de la vitamina D el producto de genes alterados o los pacientes adquieren una resistencia a captar este nutriente debido al lugar donde viven u otros factores ambientales? ¿Alcanzará con proveer suplementos de vitamina D en grandes dosis o exponer a los pacientes al sol durante horas para revertir la enfermedad? La respuesta a estos interrogantes es menos sencilla de lo que se cree.
Vitamina D: ¿protectora o tóxica?
En los últimos años, algunos investigadores propusieron utilizar grandes dosis de vitamina D junto con medicamentos para lograr que los pacientes con esclerosis múltiple se mantuvieran en remisión de la enfermedad. De hecho, algunos ensayos clínicos mostraron beneficios de la suplementación con vitamina D en pacientes con esclerosis múltiple de tipo recurrente-remitente (RRMS).
Sin embargo, no hay todavía evidencia concluyente de que los suplementos de esta vitamina en forma de colocalciferol (vitamina D3) o de ergocalciferol (vitamina D2) eviten la progresión hacia la discapacidad a largo plazo en pacientes con esclerosis múltiple. Algunos estudios mostraron una disminución en las lesiones cerebrales pero no disminuyeron el número de recaídas. Las mejorías que se observaron en la mayoría de los estudios científicos no fueron estadísticamente significativas, advierten los especialistas.
Es que la vitamina D es fundamental para regular el funcionamiento del sistema inmunológico pero su deficiencia no es el único factor de riesgo para la esclerosis múltiple. Hay quienes postulan, incluso, que un exceso de vitamina D podría contribuir al agravamiento de la enfermedad por sus efectos de activación del sistema defensivo del organismo.
La vitamina D influye habitualmente en el sistema inmunológico a través de los linfocitos B y T, además de la producción de citoquinas y otras sustancias que intervienen en la inflamación. Si bien estos procesos inmunológicos son normalmente beneficiosos en presencia de niveles normales de vitamina D, en animales de laboratorio ya se ha observado que altas cantidades de vitamina D pueden promover una sobrerreacción de las respuestas inmunológicas que, a su vez, exacerban las manifestaciones de la esclerosis múltiple a nivel del sistema nervioso central.
Niveles seguros de vitamina D
En los seres humanos, se sabe hace tiempo que la vitamina D puede resultar tóxica en grandes cantidades, dando lugar a fatiga, debilidad muscular y trastornos urinarios, síntomas que pueden confundirse con manifestaciones propias de la esclerosis múltiple. Los excesos de vitamina D también pueden conducir a arritmias cardíacas, convulsiones nerviosas y alteraciones del riñón, incluyendo cálculos renales. Por ello, los especialistas subrayan que la administración de vitamina D debe ser cuidadosa y adaptada para cada paciente con esclerosis múltiple.
La recomendación actual para la población general es no sobrepasar las 600 IU (unidades internacionales) de vitamina D en suplementos diarios. Según el Instituto de Medicina (IOM) de Estados Unidos, dosis de 50.000 unidades diarias de vitamina D pueden resultar tóxicas si se mantienen durante varios meses.
Algunos médicos recomiendan que los pacientes con esclerosis múltiple y deficiencia de vitamina D tomen suplementos con altas dosis de vitamina D (hasta 50.000 IU) durante tres meses hasta alcanzar los niveles normales, para luego seguir con una dosis baja de mantenimiento (entre 2000 y 4000 UI diarias). Esto podría disminuir la severidad de sus síntomas en períodos activos de la enfermedad y proveerles una mejor calidad de vida.
Sin embargo, el llamado “protocolo Coimbra”, que propone la ingesta diaria de cantidades ultra-altas de vitamina D (50.000 a 300.000 IU), puede ser peligroso para los pacientes con esclerosis múltiple, según advirtieron investigadores austríacos y alemanes liderados por la neuróloga Julia Feige.
El máximo de vitamina D que se puede ingerir en forma segura, según MedlinePlus, es:
- 1,000 IU/día (25 mcg/día) para lactantes de 0 a 6 meses
- 1,500 IU/día (38 mcg/día) para bebés de 7 a 12 meses
- 2,500 IU/día (63 mcg/día) para niños de 1 a 3 años
- 3,000 IU/día (75 mcg/día) para niños de 4 a 8 años
- 4,000 IU/día (100 mcg/día) para niños a partir de 9 años y para adultos.
La concentración normal de vitamina D ronda los 30 nanogramos por mililitro de sangre. Más de 150 ng/ml indican una intoxicación, mientras que tener menos de 20 ng/ml señala una deficiencia de la vitamina.
Referencias:
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