El 9% de los argentinos sufre de depresión mayor pero 1 de cada 3 no obtiene beneficios con los fármacos antidepresivos actuales. Descubrí por qué es necesario desarrollar nuevas moléculas para tratar esta enfermedad, que es muy frecuente pero poco reconocida.
Es un trastorno del ánimo que causa sentimientos persistentes de tristeza y pérdida de interés en las actividades que antes gustaban. A diferencia de lo que se cree, no tiene nada que ver con la voluntad o con su falta, sino que tiene un componente biológico y hereditario que obliga a un tratamiento psiquiátrico y farmacológico cuando llega a niveles crónicos o severos.
Hay unas 280 millones de personas en el mundo con depresión, según la Organización Mundial de la Salud, y se estima que el 15% de los jóvenes entre 12 y 17 años la padece. En la Argentina, 1 de cada 10 personas sufre de esta enfermedad mental, que afecta a aproximadamente el 9% de la población adulta.
Las personas que sufren de depresión mayor no suelen tener ganas de hacer nada y también sufren problemas de memoria, sentimientos de culpa y baja autoestima que los llevan a perder el impulso de vivir. Si por un lado carecen de esperanzas en el futuro, por el otro suelen padecer ataques de ira, irritabilidad o frustración ante pequeños problemas del presente.
A la falta de energía y la fatiga constante, se suman muchas veces dolores de cabeza o de espalda, alteraciones en el apetito (falta de hambre, o comilonas y aumento de peso). El insomnio o el dormir muchas horas también caracterizan a las personas con depresión, que permanecen mucho tiempo en la cama o dando vueltas con sensación de agitación o ansiedad. Las ideas de suicidio, de no tener valor, y el aislamiento se combinan con el fuerte estigma hacia la depresión que campea en la sociedad. La depresión es una enfermedad muy grave que pocos quieren ver.
Enfermedad muy frecuente
A pesar de que es una enfermedad muy frecuente –se estima que 1 de cada 15 adultos la padece- y de que un tercio de las mujeres la sufrirá en algún momento de sus vidas, la depresión permanece oculta generalmente en las familias.
Muy pocos pacientes reciben un diagnóstico y un tratamiento adecuado, que incluye psicoterapia y fármacos de alguna de las múltiples líneas terapéuticas existentes:
– Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, conocidos por las siglas SSRI;
– Inhibidores de la recaptación de la norepinefrina, SNR;
– Antidepresivos tricíclicos;
– Antipsicóticos;
– Sales de litio.
Más del 70% de los pacientes responde al tratamiento, pero existe un porcentaje que lo abandona o saltea, mientras hay otro grupo que no encuentra beneficios en los fármacos antidepresivos actuales o es intolerante a sus efectos adversos, que van desde la somnolencia al aumento de peso, las alteraciones hepáticas, los trastornos del sueño y las arritmias.
De ahí que se sigan buscando nuevas alternativas farmacológicas para las personas que sufren una depresión mayor y están en riesgo de discapacidad y muerte debido a una enfermedad que tiene un impacto enorme a nivel individual y social, pero que no se reconoce todavía en toda su magnitud.
Entre los nuevos tratamientos que abren esperanzas figura una molécula que apunta a reducir la activación de ciertas áreas en el cerebro (amígdala, corteza frontal) que se asocian con emociones negativas. Este medicamento ya se está ensayando en todo el mundo y también empezará a ser experimentada en la Argentina.
Referencias bibliográficas
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