Cuáles son los principales desafíos de la investigación clínica en la actualidad y a futuro. El impacto de la inteligencia artificial, los biomarcadores y los tests genéticos.
En la segunda mitad del siglo XX, los ensayos clínicos aleatorizados constituyeron una de las mayores innovaciones en la salud pública, y permitieron tomar decisiones sobre el uso de tratamientos farmacológicos basándose en evidencia científica, en lugar de creencias y suposiciones bienintencionadas
Para ser curados de sus distintas dolencias, antes los pacientes recibían compuestos químicos naturales, basados en plantas o elaborados en probetas a ojo de buen cubero, según la experiencia del médico o, antes todavía, del mago de la tribu. Ahora, los ensayos clínicos permiten establecer las mejores dosis, determinar la eficacia y sopesar los riesgos versus los beneficios de cada medicamento que se dispensa en una farmacia u hospital.
Aunque se prueban “a ciegas” para no influir en los resultados de los experimentos, los fármacos hoy se venden con los ojos bien abiertos, tras años de investigación dentro y fuera de los tubos de ensayo, con personas voluntarias, y luego de un estricto proceso de autorización.
De cara al futuro, sin embargo, es necesario dar un paso más, sumando la nueva tecnología de datos y los avances biotecnológicos a la transparencia en la información y la ética en la investigación clínica.
Los desafíos de la investigación clínica
La investigación clínica, con sus distintas fases de experimentación en células, animales y humanos, aporta hoy las evidencias para practicar una medicina verdaderamente científica, lejos de supersticiones y prejuicios.
A través de distintos métodos, incluidos los ensayos clínicos, la investigación médica propone conocer cómo actúan las nuevas drogas y cómo interactúan con otros fármacos, con el fin de obtener medicamentos cada vez más seguros y eficaces para los pacientes.
Si, hasta poco tiempo atrás, la investigación clínica era asunto de un puñado de expertos aislados en laboratorios, prácticamente desconocidos por los pacientes, hoy pueden consultarse los ensayos clínicos abiertos on line, como en Un Ensayo Para Mí, y existen numerosos grupos de pacientes que están al tanto de las oportunidades de participar en investigaciones médicas de vanguardia.
En el futuro, la investigación clínica se convertirá en un emprendimiento complejo que producirá millones de datos de pacientes, que requerirán tanto una formidable capacidad matemática de análisis -a cargo de la inteligencia artificial- como un igualmente formidable talento para no perder de vista lo humano y lo diverso entre tantos datos.
Los pacientes estarán en el centro, poniendo no sólo su cuerpo para probar nuevas moléculas sino también ayudando a diseñar los estudios, de modo de obtener respuestas rápidas para sus patologías y de obtener un acceso temprano a los medicamentos que pueden salvarles la vida.
Retos crecientes de la investigación clínica
Si la pandemia cambió el mundo de la medicina con su exigencia de rapidez, eficacia e inversiones millonarias a nivel público y privado, una nueva revolución se anuncia a futuro de la mano de la inteligencia artificial.
Con la posibilidad de analizar millones de datos de pacientes en forma veloz y organizada desde centros globales, se podrán acortar los tiempos que lleva cada fase de investigación y se podrán obtener nuevos tratamientos. Con la posibilidad de realizar tests genéticos y moleculares a precios cada vez más bajos, se podrán desarrollar nuevos fármacos adaptados al perfil de cada individuo, viva donde vida.
La clave para atravesar el torbellino de avances que vendrán reside en no perder de vista al paciente. Es para atender a sus necesidades que la investigación clínica se torna cada vez más precisa y éticamente responsable. Los investigadores no deben olvidar que sólo mediante la generosa contribución de personas enfermas como voluntarias de experimentos, ellos u otros pacientes encontrarán una solución científica a sus padecimientos.
Superar el “valle de la muerte”
Se estima que colocar un nuevo fármaco en el mercado insume entre 348 millones y 2800 millones de dólares, desde su creación en el laboratorio, su prueba en animales y las sucesivas fases de investigación humana hasta la aprobación final. En promedio, según estimó un reciente estudio publicado en JAMA, desarrollar un medicamento innovador ronda los 980 millones de dólares. La mayoría de estas drogas, sin embargo, fracasan antes de llegar a las farmacias.
A pesar de los enormes avances de la investigación clínica en los últimos años, que permitieron desarrollar medicamentos nuevos para enfermedades raras como la esclerosis múltiple, la artritis reumatoidea y el lupus, y para muchos cánceres, los científicos advierten que todavía fracasan dos tercios de las drogas en desarrollo.
La identificación de nuevos biomarcadores de enfermedades, la utilización rutinaria de tests que analizan el material genético de los pacientes para detectar mutaciones riesgosas, y la inteligencia artificial prometen disminuir los fallos que se producen en el llamado “valle de la muerte”, entre que una droga se diseña en un tubo de ensayo o se modela en una computadora hasta que llega a la cama de un paciente.
Plataformas digitales e Inteligencia Artificial
La inteligencia artificial se anuncia como la nueva oportunidad de los laboratorios. Por una parte, se podrían obtener nuevas moléculas diseñadas desde el principio para apuntar a un target biológico específico, tal como una señal célular alterada en el sistema inmunológico o una mutación genética en un tumor.
Por otra parte, se podrían analizar con rapidez la inmensa -y a veces caótica- cantidad de datos que se producen en los estudios científicos, de modo de separar la paja del trigo en forma temprana y probar en humanos únicamente los compuestos que tengan visos de llegar a buen puerto.
La inteligencia artificial también permitirá reducir el número de voluntarios necesarios para llevar adelante las distintas fases de investigación (1,2,3) y crear grupos de control digitales o cohortes de pacientes “virtuales” para comparar la eficacia de las nuevas moléculas. Así, los ensayos clínicos serían más breves y los medicamentos exitosos llegarían antes a los pacientes.
La posibilidad de reportar efectos adversos a través de plataformas digitales también disminuirá los tiempos de la fase 4 de la investigación clínica, que estudia la eficacia y seguridad de los medicamentos en la población general, después de haber sido lanzados al mercado.
Medicina empática y artificial
Finalmente, el uso de inteligencia artificial para interpretar imágenes y resultados de análisis de laboratorio, sumado a la utilización de dispositivos portables (“wereables” como los relojes inteligentes, los parches con biosensores y los biochips implantables) y apps móviles para monitorear a los pacientes durante los ensayos clínicos también podría acortar los tiempos necesarios para probar los fármacos y ver su efectividad en el mundo real.
Muy pronto, los pacientes que participan de ensayos clínicos no tendrán que viajar hasta los centros de investigación para chequear sus parámetros de salud. Los biosensores enviarán diariamente la medición de presión arterial, la frecuencia cardíaca, el nivel de azúcar en sangre y la cantidad y tipo de glóbulos blancos circulantes.
Los llamados “bots” de inteligencia artificial, que utilizan el lenguaje general de la gente para comunicarse, ya se utilizan para dar turnos y coordinar encuentros de investigadores y pacientes. Quizás, en el futuro, se dediquen a realizar todas las tareas vinculadas a los ensayos clínicos, desde el papeleo hasta la coordinación de visitas a los centros de investigación, el análisis de tests de laboratorio e imágenes. Hay quien los ve, incluso, más allá, llevando adelante la conversación con los pacientes durante la investigación clínica.
Después de todo, algunos pacientes declaran sentirse mejor escuchados por un bot entrenado que por un personal del equipo de salud. Y un estudio realizado por Google mostró recientemente que el bot conocido como “AMIE” (Articulate Medical Intelligence Explorer) resultó más empático y más preciso en el diagnóstico que los propios médicos.
Los pacientes, en el centro de la escena
La Organización Mundial de la Salud subrayó recientemente que los ensayos clínicos deben partir de las necesidades de los pacientes y las comunidades. Además, aseguró que es fundamental integrar sus perspectivas en el diseño y la implementación de estos ensayos. También enfatizó que los resultados de los ensayos clínicos deben ser comunicados rápidamente a los pacientes.
En este sentido, las redes sociales y los grupos online de pacientes ya están modificando el paisaje de la investigación clínica, porque aumentan la interacción entre investigadores, paciente y familiares, al mismo tiempo que aumentan el acceso a estudios clínicos que antes sólo eran conocidos por los expertos en cada especialidad y difunden los resultados en un pestañeo de ojos.
La participación de grupos de pacientes en el diseño de ensayos de drogas comenzó con la búsqueda de tratamientos para quienes sufren de “long COVID” o COVID prolongado y promete continuar en el futuro.
A menudo, comprenden ahora los investigadores, son los pacientes quienes saben más sobre sus raras enfermedades y pueden colaborar para mejorar los procesos de estudio de nuevas drogas. Los pacientes y los científicos trabajarán codo a codo en el futuro para lograr que los medicamentos lleguen antes a quienes los necesitan.
Los grupos poblacionales subrepresentados hoy en los ensayos clínicos -personas de diferentes etnia y, edades, hablantes de distintas lenguas, personas de diversos géneros – deberán ser incorporados a los ensayos clínicos bajo consideraciones éticas de primer nivel, para garantizar que los nuevos tratamientos sean eficaces y seguros en todos los subgrupos.
También la investigación clínica con niños irá aumentando en el futuro, a medida de que se tome conciencia de que es necesario contar con fármacos diseñados para población pediátrica, en lugar de utilizar los medicamentos de adultos en menores dosis, como si los organismos infantiles fueran simplemente versiones reducidas de los cuerpos adultos.
Muchas enfermedades raras, como la esclerodermia y otras que afectan el mecanismo de los lípidos, se manifiestan en la infancia, y es preciso contar con tratamientos innovadores que puedan administrarse en forma temprana, para evitar la progresión de los síntomas y los daños a futuro.
Regulaciones y autorizaciones
Por supuesto, para que los medicamentos innovadores lleguen más rápido a quienes los necesitan, es indispensable mejorar los sistemas estatales que regulan la aprobación de drogas y, también, mejorar el acceso a información transparente y precisa sobre la investigación clínica que se realiza en todo el mundo.
Se estima que, en el año 2030, 1 de cada 3 personas mayores de 50 años sufrirá una enfermedad crónica que requerirá tratamientos adaptados a cada paciente, de acuerdo con su perfil genético, su metabolismo y su ambiente. Sin duda, la medicina de precisión basada investigaciones clínicas mejorará la vida de los pacientes, pero sólo si ellos pueden acceder a ella en tiempo y forma.
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